El Valle by Stacey McEwan

El Valle by Stacey McEwan

autor:Stacey McEwan [McEwan, Stacey]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-13T00:00:00+00:00


24

Dawsyn se viste mecánicamente, aliviada al descubrir que sus hombros ya no le duelen. También tiene el estómago asentado y la cabeza despejada de ese incesante martilleo. No puede negar que la maga ha sido de utilidad, aunque el mero hecho de tenerla cerca hace que se le erice la piel.

Cuando baja la estrecha escalera de la posada, se siente renovada. No está cansada ni hambrienta. Se siente ligera. Había llegado a tener la sensación de que los males que agobiaban su existencia formaban parte de sí misma, como un latido, pero ahora han desaparecido. Continúa teniendo callos en las palmas de las manos, pero no le duelen al doblar los dedos. No aprieta los pies hacia dentro a cada paso y no retrocede ante su dolor. Maldice a la maga porque no puede tenerle aversión después de esto.

El pasillo está vacío cuando Dawsyn entra en él, pero oye voces procedentes del comedor. Salem está en la barra, con Esra a su lado. No hay en el mundo una pareja que contraste tanto como ellos.

—¡Me debes la última entrega, crápula decrépito!

—Sí, pero anoche vomitaste una comida gratis en la barra y espantaste a media docena de mujeres, así que diría que estamos en paz —gruñe Salem, apurando su vaso de licor.

—¿Qué más te dará a ti si las mujeres se quedan o se van? Esto no es un burdel.

—Donde van las mujeres, seguro que hay hombres, y los hombres no tienen cerebro para dejar de beber cuando la noche se alarga. Se llama negocio, imbécil desaliñado.

—No he ido desaliñado ni un solo día de mi vida, viejo —se burla Esra.

—¡Ja! Mi abuela, que está muerta, viste unos pololos más elegantes en su tumba.

—¿Y tú qué sabes? Si no has tenido el placer de ver mis pololos…

Salem deja el vaso sobre la barra de un golpe.

—¡Gracias al Abismo!

—Y nunca los verás, de hecho. Prefiero no llevar.

Salem hace una mueca.

—Si tu paquete se acerca a los taburetes de mi bar, te juro que…

Dawsyn se aclara la garganta y ambos se giran en sus taburetes.

—¡Señorita Dawsyn! Pase, pase. Le prepararé algo de comer.

—Gracias —dice Dawsyn en voz baja, y le dedica a Esra una sonrisa mordaz.

Estaba a punto de levantarse la falda en dirección a Salem, pero ahora se la baja y un pequeño rubor aparece en su ancho rostro.

—¡Dawsyn, querida! ¡Buenos días!

—Buenos días —responde ella, ocupando el asiento que ha dejado Salem.

—Ry nos ha dicho que hoy serías una compañía bastante lamentable. De hecho, ha amenazado con azotarme si iba a molestarte; le he dicho que no me amenazara con pasar un buen rato. ¿Estás enferma?

Los labios rojo rubí de Esra se fruncen con una preocupación exagerada.

—Anoche bebí alcohol.

—Ya veo. La sangre del diablo. Y dime, cariño, ¿metiste los pechos en la fuente de la plaza del pueblo? Si es que sí, no tienes de qué avergonzarte: es lo que haría yo si estuviera tan bien dotada.

La carcajada brota de la garganta de Dawsyn incluso mientras frunce el ceño.

—Eres el ser humano más desconcertante que nunca he conocido.



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